En
nuestra anterior entrada, criticábamos el despilfarro que supone, en la
situación económica actual, la rehabilitación de la fachada de la sede de
Instituciones Penitenciarias en la calle de Alcalá de Madrid.
Pues
bien, el coste de ese lavado de fachada no es nada comparado con el gasto
propuesto para la reparación del Templo grandioso de nuestros muertos en el
que, por los siglos se rogará a los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria (1). Nos referimos, claro
está, al Valle de los Caídos.
Hace
unos días se ha publicado el contenido del informe elaborado por la comisión de
expertos designada por el Ministerio de la Presidencia con
recomendaciones sobre el futuro de ese lugar.
La
actuación más urgente que proponen desde esa comisión es destinar una
importante cantidad de dinero público a intentar atajar el deterioro del
conjunto. La suma estimada necesaria para tal fin es de TRECE MILLONES DE
EUROS. Con este gasto se pretende volver las edificaciones a unas correctas
condiciones y prolongar su vida útil, así como para la restauración de los
grupos escultóricos (2).
Esta
propuesta está en consonancia con el espíritu que subyace en todo el informe:
Conservar intactos absolutamente todos los elementos del recinto, incluida la
permanencia y celebraciones de la comunidad religiosa católica.
Según
los expertos, todo debe permanecer como fue concebido en el momento de su
construcción. Ratifican que lo que se debe hacer es «EXPLICAR Y NO DESTRUIR».
La justificación es que esta
construcción almacena sufrimiento y sangre. Por eso y aunque sólo fuera por
eso, es máximamente respetable y debe mantenerse (3).
Lo
más vergonzoso es que, como no podía ser menos, este informe es abrazado con
entusiasmo por el actual Ministro de la Presidencia , Ramón Jáuregui, promotor de la
creación de la comisión.
Bien
haría este ministro en pasarse –ahora que pronto va a dejar el cargo- por el
desolado matorral de Carabanchel. Sería conveniente que, mientras contemple el
solar abandonado y vacío, leyera la carta que, desde su departamento, enviaron
a los colectivos que defendíamos la conservación de la cúpula de la cárcel.
Quizás así entendería el significado de la expresión doble rasero.
Claro
que lo más probable es que él, coincidiendo así con las actuaciones de su
partido, considere que Carabanchel NO almacenaba sufrimiento y sangre y, por tanto, no era respetable y podría -como así hicieron- ser arrasado.
(1): Decreto de 1 de abril de 1940 disponiendo la construcción de Cuelgamuros.
(2): Informe de la comisión de expertos - capítulo 4.
(3): Informe de la comisión de expertos - capítulo 9.
PD:
Nuestra propósito es conseguir que los terrenos de Carabanchel alberguen
únicamente equipamientos sociales; entre esos equipamientos deberá estar un
espacio simbólico adecuado para mostrar, explicar y mantener viva la memoria
histórica.
Por
ello, nos reservamos, con la lengua rota, nuestra opinión particular sobre el
resto del informe.
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